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La frase de Albert Einstein, “Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad; el mundo solo tendrá una generación de idiotas” reflejó en su momento la gran preocupación de este genio al ver la tendencia de los seres humanos con respecto a los excesos en el uso de la tecnología.
Recién recibimos un artículo publicitario que ya habla de robots reemplazando a los humanos, mostrando cómo estos robots hoy están en nuestras casas, trabajos, y tomando mayores roles cada día en diferentes aspectos de nuestras vidas.
Los robots automatizan muchas de nuestras actividades y realizan tareas ordinarias que los humanos consideramos muchas veces desagradables.Hoy vemos robots que pintan, que sueldan, que movilizan carga en almacenes, que barren y aspiran nuestras casas, que sirven tragos en un bar; ya se habla de drones para entregar paquetes de compras que hagamos en línea.
Si perdemos nuestros trabajos ante este embate de trabajadores perfectos sin salario, ¿cómo vamos a poder seguir siendo consumidores? ¿Estaremos en el umbral de un nuevo orden social y con ello una revolución de alcances inimaginables?Tomando en consideración la preocupación de Einstein, vale la pena señalar lo que puede suceder si se abusa en el uso de la tecnología; sustituir trabajadores por seres humanos en tareas repetitivas y cotidianas está siendo muy atractivo para muchas empresas, ya que los costos se disminuyen impresionantemente.
Así como se considera importante la reducción de costos, se debe considerar el impacto que tendrá el que un mayor número de personas se quede sin trabajo -y sin ingresos- para consumir muchos de los productos que hoy producen robots generando mayores ganancias para el grupo que concentra la mayor riqueza mundial.
Solo en Estados Unidos, el 1% más rico de la población ha acaparado el 95% del crecimiento económico posterior a la crisis financiera entre 2009 y 2011, mientras que el 90% con menos recursos se ha empobrecido en este periodo, de acuerdo con el informe OXFAM.
Este desequilibrio es precisamente lo que temía Einstein; si permitimos que la tecnología rebase nuestra humanidad, vamos a volver en nuestra contra dicha tecnología.
El secreto es usarla para nuestro beneficio y crecimiento, no hablamos de prescindir de ella.
El crecimiento de unos pocos no debe estar soportado por el detrimento de una enorme mayoría; necesitamos revisar nuestras prioridades con visión de largo plazo, no concentrados en la acumulación veloz de utilidades, sino en la preservación y mayor desarrollo de nuestro bienestar.
Y en este sentido la tecnología es por supuesto un gran aliado, no abusemos de ella y empujemos al mundo a tener una generación de idiotas y además pobres.
Quizás el primer punto en donde la tecnología puede realizar un aporte importante es en la cuestión energética. Se requiere con urgencia acabar con la dependencia de los combustibles fósiles, y para ello existen varias tecnologías que podrían contribuir en este objetivo.
Una de las opciones más originales y llamativas es la energía solar espacial. Se trataría de colocar paneles solares en órbita alrededor de la Tierra, con la posibilidad de conducir esa energía hacia el planeta. La potencia energética sería muy elevada, pero es necesario hallar una forma para aprovechar ese potencial y derivarlo hacia la superficie terrestre.
Lógicamente, y aunque la solución resulte un tanto fantasiosa, ya existen varias empresas desarrollando proyectos al respecto. Quizás el principal limitante de esta tecnología es el elevado costo que supone enviar paneles solares al espacio y mantenerlos en forma adecuada.
Automóviles y energías limpias
Otra de las obsesiones de los científicos en cuanto a tecnologías eficientes es la relacionada con el mundo de los automóviles. En este caso, se busca eliminar el uso de combustibles fósiles para propulsar vehículos, una solución que tendría un altísimo impacto positivo, en cuanto a la disminución de la contaminación atmosférica y la emisión de gases contaminantes.
En este punto, resulta vital la mejora de las baterías empleadas en los coches. Las baterías de ión de litio se proyectan como una gran posibilidad, para ser utilizadas en los automóviles eléctricos e híbridos de nueva generación. Quizás el punto más conflictivo es la disponibilidad de recarga y la autonomía que obtengan las baterías.
Más opciones en tecnologías verdes
Otra alternativa al respecto son las denominadas baterías de litio aire, que alcanzan un rendimiento hasta 10 veces mayor que las de ión de litio, logrando la misma eficiencia que la gasolina. Tienen como importante ventaja que se cargan con oxígeno del aire, lo que facilita su funcionalidad y permite utilizar un dispositivo práctico de escasas dimensiones.
Por último, conviene señalar la trascendencia que tendría una tecnología orientada al almacenamiento de energía. El déficit en este punto es lo que hace que energías limpias como la eólica o la solar no alcancen una mayor difusión. De lograrse desarrollar una tecnología capaz de almacenar este tipo de energías de una manera eficiente, su popularidad irá en aumento y el planeta estará agradecido.
La basura tecnológica es un problema. Millones de aparatos electrónicos se acumulan en diferentes puntos del planeta como África o India. Millones de pequeños chips y microplásticos que, una vez abandonados a su suerte, se dispersan por el medio ambiente. Elementos como las baterías de iones de litio, las pilas del siglo XXI que alimentan desde teléfonos móviles a juguetes de todo tipo, tienen unos ciclos de existencia. Pasados los cuales se empiezan a deteriorar, pero muchas veces acaban en contenedores inapropiados.
En las ciudades puntos limpios donde se deben depositar estos dispositivos, pero todavía hay trabajo que hacer. En los procesos de fabricación de estos productos de adopción masiva no siempre se tiene en cuenta el momento en el que se «mueren». En España existen leyes como la introducida en 2005 por la cual es obligatorio retirar los frigoríficos en espacios adecuados. Es obligatorio, pues, una vez comprado un nuevo modelo que el fabricante o el proveedor se encargue de recuperarlo.
Al igual que estas medidas, otros fabricantes de productos de consumo como Apple han querido abrazar la lucha contra el cambio climático produciendo muchos de sus dispositivos con aluminios 100% reciclados, como en el caso de los últimos modelos de iPad. La tecnología «verde» empieza a ser una realidad y se aleja, además, de las estrategias de responsabilidad corporativa de las empresas. Contaminar menos y cuidar el planeta no es solo un eslogan temporal sino que empiezan a surgir corrientes sociales que demandan precisamente un mundo más ecológico también en las tecnologías. Es una decidida apuesta por la economía circular, que insiste en la idea de reciclar materiales y productos que, tradicionalmente, se han metido en el saco de los desechos.
Un estudio publicado en septiembre por el Comité Económico y Social Europeo sobre el impacto de la Economía Circular en el consumo, estima que hoy en día existen alrededor de 700 millones de móviles en Europa que se guardan sin usar y que no se llegan a desechar o reutilizar. El reacondicionado de teléfonos móviles es una de las soluciones que plantea este informe para alargar la vida de los terminales y, además, reducir así las emisiones de CO2. Según este mismo estudio, en un plazo de diez años es posible reducir las emisiones de CO2 en un 29% si se alarga su vida útil a un año y en un 43% si esta se alarga a dos años.
De acuerdo con los cálculos de Back Market, empresa especializada en la venta de reacondicionado electrónico, con la reutilización de cada uno de estos aparatos se evitaría una emisión media de 30 kg de CO2 a la atmósfera y se ahorrarían unos 12 litros de agua limpia. Teniendo en cuenta estos datos, la reutilización de los millones de móviles que actualmente guardan los europeos en sus cajones evitaría la emisión de 21 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera y supondría un ahorro de 8.400 millones de litros de agua cada año
Es la gran idea de la sostenibilidad conectada. Según el informe de previsiones de Ericsson, 6 de cada 10 encuestados cree que los servicios basados en el internet de los sentidos harán que la sociedad sea más sostenible desde un punto de vista medioambiental. Otro de los grandes desafíos es recuperar lo antes posible los materiales que se desechan. De ahí que otra corriente importante son las medidas para utilizar organismos vivos para producir otros bienes reutilizables como biocombustibles y energía para, entre otras cosas, mejorar la eficiencia en sectores como la agricultura.
El vehículo impulsado por motores eléctricos es considerado, a día de hoy, como una transición que llevará al futuro a la sociedad gracias a sus emisiones cero en el área de circulación. Pero, todavía, no es la alternativa más «verde» puesto que emplea elementos como sus baterías altamente contaminantes. Además, la producción de energía eléctrica también es otro aspecto controvertido.
El problema es que, pese a que los fabricantes de automóviles empiezan a abrirse a este tipo de motores, sus ventas no acaban de cuajar al ritmo esperado. Diversos estudios afirman que este año se han reducido a nivel mundial y solo en China, uno de los países más contaminantes, es donde más aumenta su adopción. De tal manera que avanzar en un cambio cultural en donde se empleen menos coches en los trayectos a corta distancia también es un modelo que se empieza a tener en cuenta en grandes capitales mundiales.
La biotecnología, según considera en una investigación la empresa valenciana Aina, aporta soluciones para esto en forma de biofactorías: microorganismos que tienen la capacidad (natural o inducida) de producir sustancias (moléculas) de interés industrial con un elevado rendimiento. Algunos ejemplos de sustancias que pueden ser obtenidas con biofactorías: enzimas, pigmentos, principios activos farmacéuticos, ingredientes bioactivos para alimentos funcionales, bioconservantes, bioplásticos...
Uno de los principales impactos al medio ambiente proviene de los microplásticos, los enseres no reciclados y otros agentes contaminantes. Se estima que se vierten alrededor de ocho millones de toneladas de estas piezas imperceptibles en los océanos. Recientemente, un informe ha puesto de relieve que se ha perdido el 2% del oxígeno en el agua. Algo preocupante.
Frente a ello, empiezan a aparecer propuestas en las que se aplican algunos avances en robótica para que ejerzan una labor de limpieza y cuidado. En Costa Rica, por ejemplo, se ha desarrollado una tortuga inteligente que, aprovechando sus comportamientos propios de los drones autónomos, se pueda encargar de detectar microplásticos en el mar.
Una oportunidad para poder extraerlos evitando, además, que afecten a los seres vivos. También hay otras propuestas: desde la Universidad de Shinshu han desarrollado un método muy novedoso que apuesta por recolectar esos mismos microplásticos del agua mediante la acústica aplicada a un dispositivo especializado. Otro interesante proyecto, impulsado por Google, la Fundación Leonardo DiCaprio, Oceana y SkyTruth, ha propuesto realizar un mapa capaz de monitorizar en tiempo real la actividad de las flotas pesqueras a nivel mundial de cara a detectar posibles actividades ilegales mediante la Inteligencia Artificial, otra tecnología que empieza a aportar beneficios en la protección del medio ambiente.
Otro de los principales causantes del efecto invernadero se debe a las altas concentraciones de dióxido de carbono y agentes contaminantes procedente del tráfico rodado. En las grandes ciudades se aprecia esa situación cuando se observan los niveles de polución que, en muchos casos, se superan con creces. En grandes capitales como Madrid o Londres, millones de personas viajan solas en sus coches en sus trayectos diarios hacia el trabajo. Aunque todavía está en fase de experimentación, soluciones de teletrabajo pueden eliminar la necesidad de desplazamientos tan frecuentes.
Telefónica, en ese sentido, se ha marcado unos objetivos ambiciosos para que a partir de 2040 sea una compañía neutra y más verde gracias, entre otras cosas, a la migración del cobre a la fibra óptica. Así, con el auge de tecnologías como la fibra y el 5G permitirán duplicar la velocidad y la capacidad de la red cada año reduciendo el consumo de energía gracias a la eficiencia y a las renovables. El teletrabajo, los servicios de gestión de flotas o soluciones como Smart Agro, Smart Lighting o Smart Waste, contribuyen -según sus informes internos- positivamente a frenar el cambio climático en al menos un 15%, y puede llegar hasta el 85%. Además, la teleoperadora ya está trabajando con sus proveedores para reducir las emisiones de CO2 en su cadena de suministro un 30% por euro comprado a 2025 respecto a 2016.
De igual manera, según algunos pronósticos del sector, con el auge de los futuros coches autónomos se reducirán considerablemente los desplazamientos, serán más eficientes y útiles, de tal manera que se espera contaminar menos. También las llamadas «smart cities» están concebidas, precisamente, para reducir el impacto medioambiental. Un reciente panel de expertos organizado por la plataforma enerTIC apuntaba hacia esa dirección: algunas grandes infraestructuras, como pueden ser los puertos, aeropuertos o cementeras, contaminan mucho más que la iluminación y climatización de todos los edificios juntos.
Es preciso -recalcan los expertos- actuar con decisión en estos focos de contaminación porque los beneficios serán muy elevados. La aplicación de la tecnología en un sector clave como es el turismo resultará muy beneficiosa para las localidades que impulsen proyectos innovadores que atraigan un turismo de más calidad y más satisfecho y, a la vez, promuevan el bienestar de sus ciudadanos.
Al margen de las centrales eléctricas y la energía nuclear, las llamadas energías «verdes» deben tomar más determinación en la producción energética de los países. Desde la escuela de negocios The Valley se analizaba, recientemente, cómo la tecnología impacta también en el mercado de las energías limpias y cuidado del planeta. Para los expertos, puede contribuir a un mejor autocontrol de la producción y consumo gracias a la energía solar inteligente. La digitalización ha hecho posible, entre otras cosas, que la producción de energía solar en casa a través de herramientas como paneles solares inteligentes que se pueden implementar fácilmente en los tejados de los hogares y conectar con sistemas de energía inteligentes para tener un mayor control sobre la producción y gasto energético.
La energía que se produce con el viento es otro de los sistemas de producción renovable más antiguos, pero con la tecnología se ha potenciado. Gracias a los servicios más innovadores, ahora es posible medir de forma precisa y fiable el viento en alta mar o monitorear, diagnosticar y controlar las turbinas eólicas mediante software con inteligencia artificial, para facilitar y hacer más eficiente y económica la producción de energía.
Respecto a la energía hidráulica, en los últimos años se han creado algunos prototipos a pequeña escala que permiten instalar pequeñas turbinas en ríos, cuencas poco caudalosas o cualquier desnivel de altura en corrientes de agua para obtener energía sin necesidad de grandes instalaciones. Otras innovaciones incluyen la energía mareomotriz, que utiliza las mareas para mover las turbinas sumergidas en el mar; o la energía undimotriz que genera electricidad mediante un conjunto de boyas ancladas al fondo marino, culebras formadas por cilindros que flotan en la superficie u otros sistemas que se mueven con la corriente marina generando energía.
Vivimos en una época crítica, tanto para la humanidad como para el conjunto del planeta. La necesidad de cuidar el medioambiente, y buscar fórmulas más sostenibles para interaccionar con el entorno, se puso de manifiesto en la conferencia COP21 sobre cambio climático. La reunión celebrada en diciembre de 2015 en París constató la importancia de luchar contra el calentamiento global, un esfuerzo en el que la tecnología y la denominada economía circular jugarán un papel clave.
Además de mejorar la eficiencia de los procesos de producción lineales, la economía circular debería servirnos para reutilizar aquellos elementos que se han considerado tradicionalmente desechos. Esta estrategia de desarrollo sostenible pretende producir bienes y servicios al mismo tiempo que se reduce el consumo y el desperdicio de materias primas, agua o energía.
Una de sus vertientes es la bioeconomía, en la que se emplean organismos vivos o partes de los mismos para ayudar al medioambiente, y que puede contribuir a nuestro crecimiento. Según cálculos de la Unión Europea, cada euro invertido en I+D+i en bioeconomía financiada a nivel comunitario generará diez euros de valor añadido en 2025. Datos que avalan el apoyo a estrategias científicas y técnicas que no solo mejorarán las cifras de empleo, sino que también pueden ayudarnos a salvar el medioambiente.
La tecnología aplicada en agricultura es el primer gran ejemplo. El desarrollo de cultivos mejorados, impulsados en las últimas décadas con suficiente evidencia científica como para respaldar su utilidad y seguridad, muestra cómo la biotecnología puede proporcionar cosechas resistentes al cambio climático. Junto con iniciativas como la del arroz dorado enriquecido en vitamina A, los científicos han logrado obtener otras variedades de arroz resistente a las inundaciones.
No es la única alternativa que nos puede permitir adaptarnos a las cambiantes condiciones del clima que provocará el calentamiento global. Recientemente, la Unión Europea también señaló que apoyaría una investigación para desarrollar cereales tolerantes a la sequía, que será dirigida por el equipo de la Dra. Ana Caño Delgado, del CRAG-CSIC de Barcelona. Las inundaciones, la sequía y otros riesgos como los incendios forestales son algunos de los problemas que agravarán el cambio climático, especialmente en las regiones más pobres.
El futuro no solo vendrá marcado por nuestra capacidad para evolucionar y adaptarnos al cambio. Y es que, entre las tecnologías para salvar el medioambiente, cobran un especial protagonismo los coches eléctricos y los biocombustibles. Los también denominados “coches verdes” no se restringen únicamente a los de tipo eléctrico, sino que abarcan los automóviles que consumen menos para recorrer la misma distancia, o los vehículos híbridos, entre otros. Avanzar hacia una nueva cultura en esta industria resulta imprescindible, ya que, por ejemplo, solo en Estados Unidos, los viajes realizados en coches, autobuses, motocicletas y camiones cubren una distancia anual equivalente a ir y volver del Sol 13.440 veces, según la agencia de protección del medioambiente del país norteamericano.
Y mientras se siguen buscando alternativas a los vehículos convencionales, con el fin de reducir el consumo de petróleo y de combustibles fósiles, las energías renovables aparecen en el horizonte como un pilar clave de nuestro desarrollo. Dentro de ellas también están los biocombustibles, una alternativa a los combustibles tradicionales que se genera a partir de la biomasa de organismos vivos o de sus desechos metabólicos. Las investigaciones trabajan en la actualidad para aprovechar precisamente los desechos de cultivos como la caña de azúcar o el maíz, con el objetivo de potenciar la economía circular.
Producir biocombustibles es una solución más que facilita la biotecnología al medioambiente. Pero no es la única. Desastres medioambientales como el hundimiento del Exxon-Valdez o el Prestige sirvieron a los científicos para implementar tecnologías pioneras con las que limpiar los ambientes contaminados por el petróleo. El uso de microorganismos para estas tareas se denomina biorremediación, y se une a la utilización de bacterias u hongos para descontaminar las aguas residuales de nuestras ciudades. Alternativas que muestran que la tecnología “viva” será fundamental para promover un desarrollo sostenible.
El Prestige encalló en noviembre de 2002 contaminando más de 2.000 km de costas españolas. Imagen: Stéphane M. Grueso (Wikimedia)Y con el fin de garantizar la sostenibilidad, no podemos olvidarnos de mencionar la innovación en nuevos materiales. Algunos, como los biomateriales empleados para “almacenar” dióxido de carbono, pueden servir para reducir el efecto invernadero y el calentamiento global. Otros, como las láminas de plátano fabricadas en México para la construcción, dan la posibilidad de eliminar compuestos tóxicos como el amianto, relacionado con un incremento en la incidencia del cáncer.
La investigación y la innovación científica y técnica serán fundamentales para salvar el medioambiente, reduciendo el impacto del calentamiento global, ayudando en la adaptación frente al cambio climático, limpiando zonas contaminadas o cuidando de nuestra propia salud. Los ejemplos anteriores muestran que con ciencia y tecnología estaremos más preparados para afrontar los desafíos del futuro. Además, la superación de estos retos también nos permitirá apostar por una economía diferente, que genere empleo cualificado y que sea más respetuosa con nuestro planeta.
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